domingo, 9 de octubre de 2016

RELATO: "El diario de Alonso Typer", H.P. Lovecraft y Brian Lumley [como William Lumley] (1ª parte)




El diario de Alonso Typer (1ª parte)


H.P. Lovecraft y William Lumley



NOTA DEL EDITOR:

Alonso Hasbrouck Typer, de Kingston, Nueva York, fue visto y reconocido por última vez el 17 abril de 1908, alrededor del mediodía, en el Hotel Richmond de Batavia. Era el último descendiente de una antigua familia del condado del Ulster, y tenía 53 años en el momento de su desaparición.
Mr Typer recibió educación privada en las Universidades de Columbia y Heidelberg. Toda su vida la dedicó al estudio, el ámbito de sus investigaciones abarcaba diversas fronteras del conocimiento humano oscuras y generalmente temidas. Sus documentos sobre vampirismo, gules y fenómenos poltergeist fueron impresos de forma privada tras ser rechazados por multitud de editores. Abandonó la sociedad de Investigaciones Psíquicas en 1902 después de una serie de controversias particularmente amargas.
En diversas épocas, Mr Typer efectuó largos viajes, desapareciendo de vista durante largos periodos. Se sabe que visitó oscuros lugares de Nepal, India, Tíbet, e Indochina, y pasó la mayor parte del año 1889 en la misteriosa Isla de Pascua. La amplia búsqueda de Mr Typer, efectuada tras su desaparición, no obtuvo ningún fruto, y sus bienes fueron divididos entre sus primos lejanos de la ciudad de Nueva York.
El diario que ofrecemos a continuación fue supuestamente descubierto en las ruinas de una enorme granja, cerca de Attica, Nueva York, que había adquirido una reputación curiosamente siniestra durante las generaciones previas a su ruina. El edificio era muy viejo en comparación con los habituales doblamientos blancos de la región, y fue el hogar de una extraña y huraña familia apellidada Van der Heyl que había emigrado desde Albany en 1746 bajo una curiosa nube de sospechas de brujería. La construcción fue probablemente edificada alrededor de 1760.
Poco sabemos de la historia de los Van der Heyl. Se mantenían completamente apartados de sus vecinos, empleaban sirvientes negros traídos directamente de África y que hablaban muy poco ingles, y educaban privadamente a sus menores en colegios europeos. Aquellos que estaban en contacto con el mundo desaparecieron pronto de vista, pero no sin ganarse una maligna reputación por su asociación con grupos dedicados a misas negras y cultos de reputación aún más oscura.
Cerca de la aborrecida casa se alzaba un poblado disperso, habitado por indios y más tarde por renegados del condado circundante, que llevaba el sospechoso de Chorazin. Sobre los singulares rasgos hereditarios que después aparecieron en los mestizos habitantes de Chorazin, se ha escrito multitud de monografías por parte los etnólogos. Junto al poblado, y a la vista de la casa de los Van der Heyl, se alza una empinada colina coronada por un peculiar anillo de piedras verticales que los iroqueses siempre habían contemplado con miedo y rechazo. El origen y naturaleza de las piedras, cuya fecha de origen, según la evidencia arqueológica y climatológica, debe ser fabulosamente antigua, es un problema aún por resolver.
Desde 1795, aproximadamente, las leyendas de los pioneros y de los posteriores pobladores tienen mucho que decir sobre extraños gritos y cánticos procedentes, en cierta estación, de Chorazin y la gran casa, así como de la colina de piedras enhiestas; aunque hay razones para suponer que los ruidos cesaron sobre 1872, cuando toda la familia Van der Heyl, incluidos los sirvientes, desaparecieron brusca y simultáneamente.
A partir de ese momento la casa quedo desierta, ya que otros sucesos desastrosos -incluyendo las misteriosas muertes, cinco desapariciones y cuatro casos de súbita locura- tuvieron lugar cuando posteriores propietarios y visitantes interesados intentaron ocupar el lugar. La casa, el poblado y amplias zonas rurales en todas direcciones pasaron al estado y fueron subastadas en ausencia de herederos probados de los Van der Heyl. Desde 1890 los propietarios (sucesivamente el finado Charles A. Shield y su hijo Oscar S. Shield, de Buffalo) dejaron toda la propiedad en un estado de absoluto abandono, advirtiendo a los curiosos que no visitaran el lugar.
De aquellos que se sabe que se aproximaron a la casa en los últimos cuarenta años, la mayoría fueron estudiantes de lo oculto, oficiales de policía, periodistas y oscuros personajes del extranjero. Entre los últimos estaba un misterioso euroasiático, probablemente procedente de Cochinchina, cuya posterior aparición con amnesia y extravagantes mutilaciones tuvieron un amplio eco en la prensa de 1903.
El diario de Mr Typer -un cuaderno de unos 15 x 9 centímetros de tamaño, con fuerte papel y una portada de delgadas láminas de metal extrañamente resistentes- fue descubierto en poder de los degenerados habitantes de Chorazin el 16 noviembre de 1935, por un policía estatal enviado a investigar el rumor sobre el derrumbe de la mansión Van der Heyl. La casa en efecto, se había desplomado, obviamente por culpa de la evidente edad y la decrepitud, durante la fuerte galerna
del 12 de noviembre. La desintegración fue peculiarmente completa y, durante semanas, no pudo hacerse una investigación exhaustiva entre las ruinas. John Eagle, el atezado poblador medio indio de rostro simiesco que tenía en su poder el diario, dijo haber encontrado el libro bastante cerca de la superficie de los escombros, en la que debía haber existido una habitación superior frontal.
Muy poco del contenido de la casa puso ser identificado, fuera de una inmensa y asombrosa bóveda de ladrillo sólido en el sótano (cuya antigua puerta de hierro fue preciso forzar debido a la perversa tenacidad del cerrojo extrañamente conformado) que permanecía intacta y presentaba ciertos rasgos desconcertantes. En primer lugar, los muros estaban cubiertos con jeroglíficos aún sin descifrar y rústicamente incisos en la albañilería. Otra particularidad era una inmensa abertura circular en la parte trasera de la bóveda, bloqueada por un derrumbe evidentemente causado por el hundimiento de la casa.
Pero lo más extraño de todo era el aparentemente reciente depósito de alguna sustancia fétida, limosa y negra como la pez en el suelo de piedra liza, con un metro de anchura y formando una irregular línea que finalizaba en la bloqueada abertura circular. Aquellos que primero abrieron la bóveda declararon que el lugar olía como la madriguera de las serpientes de un zoo.
El diario, destinado en apariencia a cubrir solamente una investigación de la temida casa Van der Heyl por parte del desaparecido Mr Typer, ha sido certificado como genuino por expertos grafólogos. El texto muestra signos de creciente tensión nerviosa según se acerca al final y en algunos lugares se convierte casi en ilegible. Los habitantes de Chorazin -cuya estupidez y mutismo desconciertan a todos los estudiosos de la región y sus secretos- no admiten recordar a Mr Typer entre otros imprudentes visitantes de la temida casa.
El texto del diario se ofrece aquí literalmente y sin comentarios. Cómo interpretado y que conclusiones, aparte de la locura del redactor, sacar de él, es algo que el lector debe decidir por si mismo. Sólo el futuro puede decir que valor tendría para resolver misterios tan viejos como generaciones. Debe insistirse que los genealogistas confirman la tardía memoria de Mr Typer en el asunto de Adriaen Sleght.


EL DIARIO

17 Abril de 1908:
Llegué aquí sobre las 6 p.m. Tuve que caminar todo el trayecto desde Attica bajo una tormenta. Ya que nadie quiso alquilarme un caballo o un coche, y no sé conducir automóviles. Este lugar es aún peor de lo que esperaba, y temo lo que pueda pasar, aunque a la vez estoy ansioso de conocer el secreto. Pronto todo se desvelará con la noche -el viejo horror del Sabbath de Walpurgis- y, tras aquella vez en Gales, sé lo que es buscar. Suceda lo que suceda, no me acobardaré. Espoleado por algún afán insondable, he dedicado mi vida entera a la búsqueda de impíos misterios. No he venido aquí por otro asunto y no me hurtaré a mi destino.
Estaba muy oscuro cuando llegué, aunque el sol no se había puesto. Las nubes de tormenta eran las más espesas que haya visto jamás, y no habría encontrado mi camino de no ser por el fulgor de los relámpagos. El poblado es una pequeña cloaca odiosa, y sus pocos habitantes no son mejores que idiotas. Uno de ellos me saludó de forma extraña, como si me conociera. Puedo ver muy poco del paisaje, sólo un pequeño y pantanoso valle de extraños matorrales pardos y muertos hongos, circundados por descarnados y maléficamente retorcidos árboles de ramas desnudas. Pero cerca del poblado hay una colina de apariencia lúgubre en cuya cima se alza un círculo de grandes piedras con otra roca en el centro. Esto, sin discusión, es el vil objeto primordial que V.... me dijo sobre el N....stbat
La gran casa se alza en mitad de un parque sepultado bajo zarzas de curioso aspecto. Apenas puedo pasar entre ellas, y cuando me percaté de la inmensa edad y decrepitud del edificio, casi renuncié a entrar. El lugar parece sucio e insalubre, y me pregunto cuántos leprosos podrían apiñarse juntos ahí dentro. Es de madera y, aunque sus líneas originales están ocultas bajo una caótica confusión de alas añadidas en diferentes épocas, pienso que fue primeramente construida en el estilo colonial rectangular de Nueva Inglaterra. Probablemente, fue más fácil de construir que una casa de piedra Holandesa y además, según recordé, la esposa de Dirck van der Heyl era de Salem, una hermana del innombrable Abaddon Corey. Había un pequeño porche de pilares y me refugie bajo él justo cuando estallaba la tormenta. Era una demoníaca tormenta negra como la medianoche, con lluvia a mares, truenos y relámpagos como el día del Juicio Final, y un viento que realmente me laceraba.
La puerta estaba abierta, por lo que encendí mi linterna y penetré. El polvo depositado sobre el suelo y los muebles tenía centímetros de espesor, y el lugar hedía como una tumba cubierta de hongos. Había un salón ocupando toda la planta y una escalera de caracol a la derecha.
Me abrí paso por las escaleras y elegí su alcoba frontal para instalarme. Todo el lugar parecía ampliamente amueblado, a pesar que la mayor parte del mobiliario estaba deshecho. Esto ha sido escrito a las 8 en punto, tras una comida fría sacada de mi maleta de viaje. Tras esto, conseguiré suministros en el poblado... aunque a ellos no les gusta acercarse demasiado a las ruinas de la entrada del jardín (según dicen) cuando es muy tarde. Desearía poder sacudirme un incómodo sentimiento de familiaridad con este lugar.

Más Tarde:
Soy consciente de algunas presencias en esta casa. Una en particular es decididamente hostil hacia mí... una malevolente voluntad que trata de romper mi moral e imponérseme. No se ha mostrado ni un momento, pero debo utilizar todas mis fuerzas para resistirlo. Es pasmosamente maligna y definidamente inhumana. Pienso que debe estar aliada con poderes extraterrestres... poderes del espacio, fuera del tiempo y el universo. Se alza como un coloso, tal como está dicho en los escritos de Aklo. Ofrece tal sensación de inmenso tamaño que me maravillo que estas estancias puedan contener su volumen visible. Su edad debe ser enloquecedoramente antigua... impresionante, indescriptible.


18 de Abril:
He dormido muy poco esta última noche. A las 3 de la madrugada, un extraño y reptante viento comenzó a soplar sobre la región entera... y alzándose ante la casa como un tifón. Mientras descendía las escaleras para ver el estruendo en la puerta, la oscuridad tomó forma semi-visible en mi imaginación. Justo ante el rellano fui violentamente rechazado hacia atrás... por el viento, supongo, aunque podría haber jurado que vi los difuminados perfiles de una gigantesca pata negra mientras me giraba precipitadamente. No perdí pie, pero, por mi seguridad, di por concluido el descenso y corrí el pesado cerrojo de la alcoba, que se estremecía peligrosamente.
No tenía medios de explorar la casa hasta el amanecer, pero entonces, incapaz de conciliar el sueño e inflamado con entremezclados terror y curiosidad, me sentí reacio a posponer mi búsqueda. Con mi potente linterna me abrí paso a través del polvo hacia el gran recibidor del sur, donde sabía que podían estar los retratos. Allí estaban, tal como V... había dicho, y me pareció reconocerlos gracias a alguna oscura fuente. Algunos estaban tan oscurecidos, enmohecidos y cubiertos de polvo que pude sacar poco o nada de ellos, pero, en aquellos que pude reconstruir, reconocí que pertenecían, en efecto, a la odiosa estirpe de los Van der Heyl. Algunos de los retratos parecían sugerir rostros que había conocido, pero qué rostros, no pude recordar.
Los Rasgos de aquel espantoso híbrido Joris -engendrado en 1773 por la hija más joven del viejo Dirck- eran los más claros de todos, y pude reconocer los ojos verdes y ese aspecto de ofidio en su cara. Cada vez que apartaba la luz, ese rostro parecía crecer en la oscuridad, hasta que acabé imaginando que relucía con una débil y verdosa luz propia. Cuanto más miraba, más maligno me parecía, y me retiré para evitar las alucinaciones sobre expresiones cambiantes.
Sin embargo, me volví para toparme con algo peor. La larga, adusta y diminuta faz, los ojos juntos y las facciones porcinas le identificaban enseguida, a pesar que el artista se había esforzado en hacer aquel hocico tan humano como era posible. Era aquel sobre el que V... había susurrado. Mientras me sobresaltaba horrorizado, creí detectar un fulgor rojizo en los ojos... y, por un instante, el fondo del lienzo pareció convertirse en una extraña y aparentemente irrelevante escena: un solitario y yermo páramo bajo un sucio cielo amarillo, donde medraban matorrales deendrino de aspecto mísero. Temiendo por mi cordura, escapé de la maldita galería, escaleras arriba, hacia mi rincón limpio de polvo donde tengo mis “cuarteles”.

Más Tarde:
Resuelto a explorar algunas de las laberínticas alas de la casa a la luz del día. No puedo perderme, ya que mis pisadas son inconfundibles en el espeso polvo... y puedo hacer otras marcas de identificación cuando sea necesario. Es curioso cuán fácilmente he aprendido los intrincados pasadizos de los corredores. Siguiendo un largo pasillo de ángulos rectos que corría hacia el norte, hasta su extremo, llegué a una habitación cerrada cuya entrada forcé. Más allá había una alcoba muy pequeña y bastante atestada de muebles, con los artesonados seriamente carcomidos por los gusanos. En la pared exterior descubrí un espacio negro entre los podridos artesonados y encontré un estrecho pasadizo secreto que bajaba hacia desconocidas profundidades negras. Era un empinado tobogán o túnel sin escaleras o asideros, y me pregunté qué uso pudiera haber tenido.
Sobre el hogar había un mohoso retrato que, en una atenta inspección, reveló pertenecer a una joven con las ropas del siglo XVIII. El rostro era de belleza clásica, aunque con la más diabólica y maligna expresión que jamás haya visto en un rostro humano. No era sólo dureza, codicia y crueldad, sino que alguna odiosa cualidad más allá de la humana comprensión parecía apoderarse en aquellas facciones exquisitamente modeladas. Y, mientras miraba, me pareció que el artista -o el lento proceso de enmohecimiento y decadencia- habían otorgado a esa pálida tez una complexión verdosa enfermiza y una postrer sugerencia de una casi imperceptible textura herrumbrosa. Más tarde subí al ático, donde encontré algunos baúles repletos de misteriosos libros... algunos de aspecto completamente extraño en cuanto a letras y forma física. Uno contenía variantes de las formulas Aklo que nunca había sabido que existieran. Aún no he examinado los libros que se encuentran en los polvorientos estantes bajo las escaleras.


19 de Abril:
Realmente, hay presencias invisibles aquí, aunque el polvo no muestre más pisadas que las mías. A través de los espinos abrí ayer un camino hacia la puerta del parque donde estaban mis suministros, pero esta mañana lo encontré cerrado. Muy Extraño, dado que los arbustos están a duras penas tonificados por la savia primaveral. De nuevo tuve la sensación de algo parecido a una mano, tan colosal que las estancias apenas pueden contenerla. Esta vez sentí más de un presencia de ese tamaño, y sé ahora que el tercer ritual Aklo -que encontré en ese libro ayer en el ático- puede convertir a tales cosas en sólidas y visibles. Que yo me atreva a intentar tal materialización es algo que está por ver. Los peligros son grandes.
La última noche comencé a observar rostros espectrales y formas evanescentes en las penumbrosas esquinas de los salones y estancias... rostros y formas tan odiosas y temibles que no me atrevo a describirlas. Parecen semejantes en sustancia a esa pata titánica que intentó arrojarme por las escaleras la pasada noche... y deben, desde luego, ser fantasmas de mi excitada imaginación. Lo que estoy buscando no debe parecerse a tales cosas. He visto de nuevo la pata a veces a solas, a veces con su dueño, pero he decidido ignorar por completo tal fenómeno.
Esta tarde temprano exploré el sótano por primera vez... descendiendo por una escalera encontrada en un trastero, ya que los escalones de madera estaban podridos. El lugar entero es una masa de incrustaciones nitrosas con hongos amorfos mostrando el lugar donde diversos objetos se han desintegrado. En el extremo más alejado hay un estrecho pasadizo que parece correr bajo el lateral norte donde encontré la pequeña alcoba cerrada, y al final de éste hay un pesado muro de ladrillos con una puerta de hierro atrancada. Aparentemente, pertenece a una cripta de alguna clase; este muro y puerta presentan evidencias de albañilería del siglo XVIII y debe ser contemporánea de las adiciones más viejas de la casa... claramente prerrevolucionaria. En el cerrojo que es, obviamente, tan viejo como el resto de la forja hay grabados algunos símbolos que me es imposible descifrar.
V... no me habló de esta cripta. Esto me llena de mayor inquietud que cualquier cosa que haya visto, ya que, cada vez que me aproximo, siento un impulso casi irresistible de escuchar algo. Hasta ahora ningún sonido ha señalado mi presencia en este maligno lugar. Mientras abandonaba el sótano, deseé fervorosamente que los escalones aún estuviesen allí, ya que mi ascensión por la escala de mano parecían enloquecedoramente lenta. No deseo volver a bajar... aunque algún genio maligno me apremia a hacerlo durante la noche si es que deseo aprender lo que debe ser aprendido.


20 de Abril:
He sondeado las profundidades del horror... sólo para conocer profundidades aún más recónditas. La última noche la tentación fue demasiado fuerte y, durante las negras horas, descendí una vez más a ese sótano infernal y nitroso con mi linterna... pasando de puntillas entre los amorfos cúmulos hacia ese terrible muro de ladrillo y su puerta cerrada. No desperté ningún sonido y me contuve de susurrar alguno de los encantamientos que conozco, pero escuché...escuché con enloquecedora atención.
Por fin, escuché los sonidos provenientes de más allá de esos paneles barrados de fino hierro... el amenazador roce y murmullos como el de un gigantesco ser nocturno en el interior. Entonces, también, hubo un condenable deslizar, como el que haría una inmensa serpiente o bestia marina arrastrando sus monstruosos pliegues sobre el suelo pavimentado. Casi paralizado de miedo, observé el gran cerrojo polvoriento y los extraños, crípticos jeroglíficos grabados en él. Había signos que no podía reconocer, y algo en su ligera técnica mongola insinuaban una blasfema e indescriptible antigüedad. A veces imaginé que podía verlos relucir con una luz verdosa.
Me volví para huir, pero me topé con esa visión de patas titánicas ante mí... las grandes zarpas parecían hincharse y hacerse más tangibles según miraba. Se extendían fuera de la maligna oscuridad del sótano, con sombrías insinuaciones de muñecas cochambrosas más allá y con una creciente, malevolente voluntad guiando sus horribles tanteos. Entonces escuché detrás de mío -en el interior de esa abominable cripta- una nueva explosión de amortiguadas reverberaciones que pareció proceder de lejanos horizontes, como un trueno distante. Impelido por un miedo aún mayor, avancé hacia las zarpas espectrales con mi linterna y las vi desvanecerse ante la plena fuerza del resplandor eléctrico. Enseguida, me aupé a la escalera con la linterna entre los dientes y no descansé hasta haber alcanzado
mis “cuarteles”, escaleras arriba.
Como acabará esto, no me atrevo ni a imaginarlo. Vine como buscador, pero ahora sé algo me busca a mi. No podía marcharme aun deseándolo. Esta mañana intenté ir a la puerta a por mis suministros, pero me encontré con que los espinos se apiñaban a mi camino. Era lo mismo en cualquier dirección... atrás o a ambos lados de la casa. En algunos sitios, los sarmientos espinosos y pardos habían alcanzado cotas asombrosas... formando un muro parecido al acero contra mi avance. Los aldeanos están implicados en todo esto. Cuando regresé puertas adentro, encontré mis suministros en el gran salón frontal, pero no rastro del que las hubiera llevado allí. Siento ahora haber barrido el polvo. Esparciré algo y veré que huellas quedan en ello.
Esta tarde he leído algunos de los libros de la gran y sombría biblioteca de la parte trasera del primer piso y he concebido algunas sospechas que no me atrevo a mencionar. Nunca había visto el texto de los Manuscritos Pnakóticos o los Fragmentos de Eltdown antes, y desearía no haber llegado a saber lo que contenían. Creo que es demasiado tarde ya... porque el horripilante Sabbath tendrá lugar dentro de sólo 10 días. Es para esa noche de horror por lo que ellos me están reservando.


21 de Abril:
He estado estudiando de nuevo los retratos. Algunos tienen nombres colocados, y descubrí uno el de una mujer de rostro maligno pintado hace 2 siglos que me desconcertó. Lleva el nombre de Trintje van der Heyl Sleght, y tuve la curiosa impresión que ya me había encontrado antes con el nombre Sleght y que era una conexión muy significativa. Entonces no fue horrible, tal y como se convierte ahora. Debo estrujarme el cerebro tras esa pista.
Los ojos de esos retratos me acechan. ¿Será posible que algunos de ellos emerjan más definidamente de sus mortajas de polvo, decadencia y moho? Los brujos con rostro de ofidio y cerdo me escrutan de forma horrible desde sus marcos ennegrecidos, y un surtido de otros rostros híbridos comienzan a observarme desde sus telones sombríos. Existe un odioso aire familiar en todos ellos... y lo que es humano es aún más horrible que lo que no lo es. Desearía que me recordaran menos a otros rostros... caras que debí conocer en el pasado. Pertenecen a una estirpe marcada por la maldición, y Cornelis de Lyeden era el peor de todos. Fue él quien rompió la barrera tras que su padre encontrara esa otra llave. Estoy seguro que V. sabe sólo fragmentos de la horrible verdad, porque, en efecto, estoy mal preparado e indefenso. ¿Qué hay de la familia antes del viejo Claes? Cuanto hizo en 1591 nunca pudiera haber sido hecho sin generaciones de corrompida herencia o sin algún enlace con el exterior. ¿Y qué hay de las ramas de esta monstruosa familia? Debo recordar el lugar donde una vez conocí tan señaladamente el nombre Slehgt.
Quisiera poder estar seguro de esas pinturas permanecerán siempre en sus marcos. Desde hace algunas horas he estado viendo presencias como las zarpas de antes, y espectrales rostros y formas que son duplicados casi exactos de algunos de los viejos retratos. De cualquier forma, no puedo nunca observar una presencia y el retrato que lo representa al tiempo... la luz es siempre mala para lo uno o lo otro, o la presencia y el retrato están en habitaciones diferentes.
Quizás, tal como he esperado, las presencias son meras figuraciones de la imaginación, pero no puedo estar seguro. Algunas son mujeres y de igual belleza infernal que la pintura en la pequeña alcoba cerrada. Algunas no se parecen a retratos que yo haya visto, aunque me hacen sentir que sus facciones pintadas acechan ignoradas bajo el moho y el hollín de lienzos que no puedo descifrar. Unas pocas, temo desesperadamente, se han aproximado a la materialización en formas sólidas o semisólidas... y algunas tenían una familiaridad temible e inexplicable.
Hay una mujer que supera en encantos a todas las demás. Sus venenosos encantos son como los de una dulce flor crecida al borde del infierno. Cuando la miro de cerca se desvanece, pero sólo para volver más tarde. Su rostro tiene un aspecto verdoso, y a veces he creído descubrir una insinuación de escamosidad en su suave textura. ¿Quién es ella? ¿Será aquella que debió vivir en la pequeña habitación cerrada hace un siglo o más?
Mis suministros están en el salón frontal... esto, claramente, va a convertirse en una costumbre. He esparcido polvo para descubrir huellas, pero esta mañana todo el salón había sido limpiado por algún medio desconocido.


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