domingo, 9 de octubre de 2016

RELATO: "El diario de Alonso Typer", H.P. Lovecraft y Brian Lumley [como William Lumley] (2ª parte)





El diario de Alonso Typer (2ª parte)


H.P. Lovecraft y William Lumley 


22 de Abril:
Éste ha sido un día de horribles descubrimientos. Exploré de nuevo el ático cubierto de telarañas y descubrí un tallado cofre medio podrido evidentemente holandés repleto de blasfemos libros y documentos mucho más antiguos que cuanto encontrara hasta ahora. Había un Necronomicón griego, un Livre d’Eibon franconormando y la primera edición del antiguo libro de Ludvig Prinn De Vermis Mysteriis. Pero el manuscrito más antiguo encontrado era el peor. Estaba en bajo latin, lleno de extrañas y apretadas grafías del puño y letra de Claes Van der Heyl... evidentemente, el diario o cuaderno de apuntes que llevó entre 1560 y 1580. Cuando solté los ennegrecidos cierres de plata y abrí las hojas amarillentas, un dibujo coloreado se agito ante mí... una monstruosa criatura parecida, aunque no demasiado, a un calamar con pico y tentáculos, con grandes ojos amarillos y con cierta abominable semejanza de contornos a la forma humana.
Nunca antes había visto a un ser tan nauseabundo y espantoso. En zarpas, pies y cabeza tentaculada había curiosas garras -que recordaban las colosales siluetas espectrales que tan horriblemente se interponían en mi camino-, mientras que la entidad se sentaba sobre un pedestal con aspecto de trono tallado, con desconocidos jeroglíficos que tenían un leve parentesco con los chinos. Tanto sobre el escrito como sobre la imagen pendía un aire de maldad siniestra tan profunda y penetrante que no puede creerlo producto de cualquier mundo o edad. Más bien, esta forma monstruosa debía ser un foco de toda la maldad del espacio desconocido, tanto de eones pasado como los por venir... y aquellos terribles símbolos debían ser viles iconos, sensibles y dotados de enfermiza vida, a su manera, listos para arrancarse del pergamino para destrucción del lector. Del significado de ese monstruo y sus jeroglíficos no tengo pistas, pero sé que ambos han sido trazados con infernal precisión para propósitos innombrables. Mientras estudiaba los maléficos caracteres, su parentesco con los símbolos de aquel ominoso cerrojo del sótano se hizo más y más evidente. Dejé el retrato en el ático, ya que nunca podría conciliar el sueño con una cosa así cerca de mí.
Durante toda la tarde y el crepúsculo leí el libro manuscrito del viejo Claes Van der Heyl, y lo que leí puede ensombrecer y hacer horrible cualquier periodo de vida que me quede por delante. La génesis del mundo, y de los mundos previos, se desplegó ante mis ojos. Supe de la ciudad de Shamballah, construida por los lemurios hace 50 millones de años, aún inviolable tras sus muros de fuerza psíquica en el desierto oriental. Conocí sobre el Libro de Dzyan, cuyos seis primeros capítulos son anteriores a la Tierra y que ya era viejo cuando los señores de Venus llegaron a través del espacio para civilizar nuestro planeta. Y vi registrado en el escrito por primera vez aquel nombre que otros me habían susurrado y que había conocido de una forma próxima y más horrible... el evitado y temible nombre de Yian-Ho.
En algunos lugares fui contenido por paisajes que precisaban el uso de una clave. Eventualmente, por diversas alusiones, colegí que el viejo Claes no osaba consignar todo su conocimiento en un libro, pero había dejado algunas referencias a otro. El volumen no podía ser completamente inteligible sin su compañía, por lo que he resuelto encontrar el segundo tomo, si es que está en algún lugar de esta maldita casa. A pesar de ser un verdadero prisionero, no he perdido el celo que ha marcado toda mi vida de conocimiento y estoy resuelto a indagar en el cosmos a tanta profundidad como me sea posible antes que me alcance el destino.


23 de Abril:
He buscado toda la mañana el segundo diario y lo he encontrado, sobre el mediodía, en el escritorio de la pequeña alcoba cerrada. Como el primero, esta el bárbaro latín de Claes Van der Heyl, y parece consistir en notas deslabazadas conectadas con diversas secciones del otro. Ojeando las páginas, descubrí de nuevo el aborrecible nombre de Yian-Ho... Yian-Ho, cuya brumosa memoria, es más vieja que el cuerpo, asecha bajo las mentes de todos los hombres. Se repite muchas veces, y texto de alrededor está sembrando de crudos jeroglíficos pintados, claramente relacionados con los del pedestal de aquella pintura infernal que viera. Aquí, obviamente, descansa la clave de esa monstruosa figura tentaculada y su mensaje prohibido. Con tal conocimiento ascendí las crujientes escaleras hacia el ático, de telarañas y horror.
Cuando intente abrir la puerta del ático, se resistió como nunca antes. Aguantó durante unos instantes todos los esfuerzos para abrirla y, cuando al fin logré, tuve la palpable sensación de una zarpa colosal e invisible que bruscamente cediera... una forma que se remontaba con alas, inmateriales pero de batir audible. Cuando encontré el horrible grabado, sentí que no estaba precisamente donde lo había dejado. Aplicando la clave al otro libro, pronto vi que el último no era una instantánea guía del secreto. Tan sólo era una pista... hacia un secreto demasiado oscuro para ser abiertamente guardado. Llevaría horas, quizás días, extraer el espantoso mensaje.
¿Viviré lo bastante para aprender el secreto? Los espectrales brazos y zarpas negras acosan mi visión más y más ahora, y parecen aún más titánicos que al principio. Nunca estoy libre durante mucho tiempo de esas presencias vagas e inhumanas cuyas formas nebulosas parecen demasiado inmensas para ser contenidas por las estancias. Y, en todo momento, los grotescos y evanescentes rostros y figuras, y las burlonas figuras de los retratos, se apiñan ante mí en desconcertante confusión.
Verdaderamente, existe un terrible arcano primordial de la Tierra que haría mejor en dejar desconocido y sin evocar, temibles secretos que no son para el hombre, y que la humanidad puede aprender sólo a cambio de su paz y cordura; crípticas verdades que convierten a sus conocedores en un extraño para siempre entre los suyos y le obligan a vagar solitario sobre la Tierra. También hay temibles supervivientes, seres más viejos y poderosos que el hombre, entes que han surgido de forma blasfema desde los eones a edades nunca diseñadas para ellos; entidades monstruosas que han yacido durmiendo durante eternidades en increíbles criptas y cavernas remotas, más allá de las leyes de la razón y la casualidad, listas para ser despertadas por aquellos blasfemos que lleguen a conocer sus signos secretos y prohibidos, así como sus furtivos santo y seña.


24 de Abril:
He estudiado el dibujo y la clave todo el día en el ático. Al ocaso escuché extraños sonidos, de una especie nunca antes oída, que parecen venir de muy lejos. Prestando atención, decidí que debía brotar de aquella extraña y abrupta colina, donde esta el círculo de piedras enhiestas, junto al poblado y a alguna distancia al norte de la casa. He oído que había un camino desde la casa, por la colina, hasta el crómlech primordial y sospecho que en cierta estación los Van der Heyl Tenían muchas ocasiones de utilizarlo, pero todo el asunto había, hasta ahora, yacido latente en mi subconsciente. El actual sonido consiste en un estridente pitido entremezclado con un peculiar y odioso especie de silbido o siseo... una extravagante, una extraña especie de música como ningún anal de la tierra recoge. Era muy débil y pronto desapareció, pero el asunto me ha hecho reflexionar. Es a la colina hacia donde se extiende el largo alerón norte, con el poso secreto y la bóveda de ladrillo cerrada bajo él. ¿Puede haber alguna conexión que hasta ahora se me ha escapado?


25 de Abril:
He hecho un peculiar y perturbador descubrimiento sobre la naturaleza de mi prisión. Arrastrado hacia la colina por una fascinación siniestra, descubrí que los espinos me abrían paso, pero sólo en esa dirección. Hay una puerta arruinada y, bajo los matorrales, los restos de un camino que sin duda existió en tiempos. Los espinos se extienden por parte de la ladera y por todos los alrededores de la colina, aunque la cima con las piedras erguidas muestra sólo una curiosa profusión de musgo y hierba raquítica. Trepé por la colina y permanecí algunas horas allí, percatándome de un extraño viento que parece soplar siempre alrededor de los prohibidos monolitos y que a veces parece susurrar en una forma extrañamente articulada, aunque oscuramente críptica.
Esas piedras, tanto en color como en textura, no se parecen a nada que haya visto anteriormente. No son pardas ni grises, sino más bien de un amarillo sucio unido a un verde maligno y sugieren una variabilidad camaleónica. Su textura se asemeja extrañamente a la de una serpiente escamosa y es inexplicablemente nauseabunda al tacto... fría y viscosa como la piel de un sapo u otro reptil. Cerca del menhir central hay un curioso pozo con borde de piedra que no puedo explicar, pero que posiblemente forma la entrada a un pozo excavado o túnel. Cuando intenté descender desde la colina a lugares distintos de la casa descubrí que los espinos me interceptaban como antes, aunque, el camino hacia la casa era fácilmente accesible.


26 de Abril:
He vuelto a subir la colina y he encontrado aquel susurro del viento muy distinto. Los casi furiosos murmullos se parecían al habla actual algo vagamente sibilante y me recordaron el extraño cántico chirriante que había escuchado desde lejos. Tras el ocaso, hubo un curioso relámpago de prematura tormenta de verano en el horizonte norteño, seguido casi de inmediatamente de una extraña detonación, alta en el descolorido cielo. Algo en este fenómeno me perturbó enormemente y no pude evitar la impresión que el ruido finalizaba en una especie de silbido inhumano y parlante que evocaba una cósmica carcajada gutural. ¿Se tambalea por fin mi mente, o mi curiosidad desaforada ha convocado inauditos horrores de los espacios crepusculares? El Sabbath se aproxima. ¿Cómo acabará esto?


27 de Abril:
¡Por fin se han realizado mis sueños! Sea o no mi vida o espíritu o cuerpo lo que reclamen, ¡cruzaré ese umbral! El proceso de descifrar esos cruciales jeroglíficos del dibujo ha sido lento, pero esta tarde atisbé la clave final. Durante el anochecer conocí su significado... y ese significado sólo puede aplicarse de una manera a las cosas que he encontrado en esta casa.
Hay algo bajo esta casa -sepultado no sé donde-, uno de los olvidados Antiguos que me mostrará el umbral que debo traspasar y me dará los perdidos signos y palabras que necesito. Cuánto tiempo llevara enterrado aquí olvidado por todos, salvo por aquellos que levantaron las piedras de la colina y aquellos que más tarde descubrieron este lugar y edificaron su casa no puedo conjeturarlo. Fue en demanda de este Ser, más allá de toda duda, por lo que Hendrik van der Heyl llegó a Nueva Holanda en 1638. Los hombres de esta tierra nada saben de Él, excepto en secretos susurros de los pocos y atemorizados iniciados que han encontrado o recibido la clave. Ningún ojo humano se ha posado jamás sobre Él... salvo, quizás, los de los desesperados magos de esta casa que es más profunda de lo que se supone.
Con el conocimiento de los símbolos se alcanza una especie de maestría en los 7 Perdidos Signos del Terror... y un tácito reconocimiento de las espantosas y demenciales Palabras de Miedo. Sólo queda entonar el Cántico que transfigurará al Olvidado que es el Guardián del Antiguo Umbral. Me maravillo enormemente ante el Cántico. Esta compuesto de extraños y repelentes sonidos guturales, y otros perturbadoramente sibilantes que no recuerdan a ningún lenguaje que haya conocido... ni siquiera en los más negros capítulos del Livre d’Eibon. Cuando visité la colina al ocaso, traté de leer en voz alta, pero convoqué, como respuesta, tan sólo un vago y siniestro retumbar en el lejano horizonte, y una rala nube de polvo elemental que se retorcía y giraba, como si fuera algún maligno ente viviente. Quizás no pronuncié correctamente las extrañas sílabas, o quizás es sólo en el Sabbath ese infernal Sabbath para que los Poderes de esa casa, sin duda, me reservan cuando la gran Transfiguración pueda ocurrir.
Sufrí un extraño periodo de miedo esta mañana. Creí recordar, por un instante, donde había visto ese desconcertante nombre de Sleght, y la posibilidad de lograrlo me colmó de demencial horror.


28 de Abril:
Hoy, ominosas nubes oscuras se han cernido intermitentemente sobre el círculo de la colina. He visto tales nubes otras veces anteriormente, pero sus contornos y disposición muestran ahora un nuevo significado. Son serpentinas y fantásticas, curiosamente parecidas a las formas de sombra que ha encontrado en la casa. Flotan en un círculo alrededor del crómlech primordial, revolviéndose constantemente, como dotadas de siniestra vida y propósitos. Podría jurar, asimismo, que intercambian susurros furiosos. Tras unos 15 minutos, derivaron lentamente, siempre hacia el este, como los miembros de un disperso batallón. ¿Serán realmente aquellos temidos Elementales que Salomón conoció antiguamente... aquellas gigantescas entidades negras cuyo número es legión y a cuyo paso tiembla la tierra?
Ha estado repasando el Cántico que puede transfigurar al Ser indescriptible, aunque extraños miedos me asaltan cada vez que pronuncio para mí las sílabas. Encajando toda la evidencia, he descubierto ahora que el único camino hacía ello es por la bóveda cerrada. Esa cripta está construida con algún propósito infernal y debe esconder la oculta madriguera que lleva al Cubil Inmemorial. Que Guardianes viven eternamente en su interior, medrando de siglo en siglo gracias a desconocidos alimentos, solo la locura puede conjeturarlo. Los brujos de está casa, que los convocaron del mundo inferior, los conocieron demasiado bien, como los estremecedores retratos y recuerdos de la casa revelan.
El mayor de mis problemas es el límite natural del Cántico. Evoca al innombrable, pero no provee de métodos para el control de lo evocado. Hay, por supuesto, signos y gestos generales, pero si serán efectivos contra un Elemental es algo que está por ver. Aún así, las recompensas son suficientemente grandes como para correr cualquier peligro... y no podría retroceder aun deseándolo, ya que una desconocida fuerza me obliga abiertamente a ello.
He descubierto un obstáculo más. La bóveda cerrada debe ser atravesada, pero no puedo encontrar la llave de tal lugar. El cerrojo es demasiado fuerte para forzarlo. Que la llave está en algún lugar, es algo sobre lo que no tengo ninguna duda. Debo buscar diligente y minuciosamente. Debo armarme de valor para abrir esa puerta de hierro, pero, ¿Qué horrores prisioneros no asecharán en su interior?

Más Tarde:
He rehuido el sótano durante los últimos 2 días, aunque a última hora de la tarde he descendido de nuevo a aquellos prohibidos recintos.
Al principio había un silencio total, pero en menos de 5 minutos el rozar y murmurar comenzó de nuevo, una vez fue más alto y terrorífico que en cualquier ocasión previa, y, además, reconocí el deslizarse que indica alguna monstruosa bestia marina... en esta ocasión, crecía de volumen de una forma tan rápida que crispaba los nervios, como si el ser tratara de abrirse paso por el portón hasta donde yo estaba.
Mientras sus movimientos aumentaron de volumen, de una forma incansable y siniestra, comenzaron a sonar las infernales e indefinibles reverberaciones que escuchara en mi segunda visita al sótano, aquellas amortiguadas vibraciones que parecían de lejanos horizontes, como un trueno distante. Ahora, no obstante, su volumen estaba magnificado y multiplicado, y su timbre espantaba con nuevas y terroríficas implicaciones. No pude comparar el sonido con nada mejor que con el bramido de algún temible monstruo de la pretérita edad de los reptiles, cuando los horrores primordiales vagaban por la tierra, y los hombres serpientes de Valusia alzaron sus piedras fundacionales de maligna magia. Un bramido así pero elevado hasta ensordecedoras cotas que ninguna garganta orgánica conocida podría alcanzar era este estremecedor sonido. ¿Osaré abrir la puerta y enfrentarme a la embestida de lo que aguarda más allá?


29 de Abril:
Ha aparecido la llave en la bóveda. La encontré este mediodía en la pequeña alcoba escondida entre chucherías, en el cajón de un viejo cofre, como si se hubiera hecho algún tardío esfuerzo por ocultarla. Estaba envuelta en un deshecho periódico fechado el 31 octubre de 1872, pero había un envoltorio interior de espantosa piel evidentemente -el retal de algún reptil desconocido- que ostenta una leyenda en bajo latín en la misma escritura enrevesada que la del diario que encontré. Como había pensado, el cerrojo y la llave son infinitamente más antiguos que la bóveda. El viejo Claes Van der Heyl la preparó para algo que él, o sus descendientes, pensaban hacer... y cuánto más antiguo son, es algo que no puedo estimar. Descifrando la leyenda en latín, me estremecí ante un nuevo acceso de temor latente y espanto indescriptible.
“Los secretos de los monstruosos Primordiales -rezaba el enrevesado texto-, cuyas crípticas palabras hablan de los mundos ocultos que existieron antes del hombre; las cosas que nadie en la Tierra debe aprender, a no ser que la paz le abandone por siempre, y que nunca serán por mí reveladas. De Yian-Ho, esa perdida y prohibida ciudad de incontables eones cuyo emplazamiento no debe mencionarse, donde estuve en la verdadera carne de este cuerpo, tal y como ningún otro viviente ha hecho. Allí lo encontré, y por eso lo llevé conmigo: este conocimiento que olvidaría de buena gana, pero no puedo. He aprendido cómo salvar una brecha que no debía ser cruzada, y debo reclamar sobre la Tierra a Esa Entidad que no debe ser despertada o convocada. Y lo que es enviado a seguirme no me permitirá descansar hasta que yo, o mis descendientes, encontremos y hagamos lo que debe ser encontrado y hecho.
“Eso que he despertado y traído conmigo, no puedo alejarlo. Ya que está escrito en el Libro de las Cosas Ocultas. Esto que he convocado ha enroscado su espantosa figura a mi alrededor y -si no vivo lo bastante para cumplir lo ordenado- sobre aquellos niños nacido o nonatos que me seguirán, hasta que el mandato sea cumplido. Extrañas serán sus uniones, y espantosa la ayuda que deberán prestar hasta que el fin sea alcanzado. En las tierras desconocidas y brumosas deberán buscar, y una casa será construida para los Guardianes Exteriores.
“Ésta es la llave del cerrojo que me fue dado en la temible, antigua de eones y prohibida ciudad de Yian-Ho, el cerrojo que yo o los míos, debemos emplazar sobre el vestíbulo donde Esa Entidad puede ser encontrada. Y quieran los Señores de Yaddith socorrerme, o socorrer a quien deba poner este cerrojo en su sitio o girar la llave.”
Tal era la leyenda... una leyenda que, una vez leída, me pareció haber conocido antes. Ahora, mientras escribía estas palabras, tengo ante mí la llave. La miro con mezclado miedo y anhelo, y no puedo encontrar palabras para describir su aspecto. Es del mismo metal desconocido, helado y ligeramente verdoso del cerrojo, un metal cuya mejor comparación es el bronce empañado de verdín. Su diseño es extraño y fantástico, y su forma de ataúd no deja dudas acerca del propósito del cerrojo. Las toscas formas del mango forman una extraña e inhumana imagen cuyos perfiles exactos e identidad no puedo ahora describir. Sopesándola durante un espacio de tiempo, me pareció sentir una extraña y anormal vida en el frío metal... un latido o pulso demasiado tenue para ser reconocido de ordinario.
Bajo el ídolo hay un grabado una leyenda débil y desgastada por los eones, cincelada con esos blasfemos jeroglíficos de aspecto chino que he llegado a reconocer tan bien. Sólo puedo descifrar el comienzo -las palabras 'Mi venganza acecha'-, tras lo que el texto se vuelve indescifrable. Hay alguna fatalidad en este oportuno hallazgo de la llave... ya que mañana tendrá lugar el infernal Sabbath. Pero aunque bastante extraña, de toda esta odiosa espera, la cuestión del nombre Sleight me molesta más y más. ¿Por qué debo temer encontrar que está ligado con los Van der Heyl?

Víspera de Walpurgis. 30 de Abril:
 Ha llegado el momento. Despertaré la pasada noche para ver el cielo resplandecer con una incesante radiación verdosa... el mismo verde enfermizo que he visto en los ojos y piel de ciertos retratos de aquí, en el espantoso cerrojo y llave, en los monstruosos menhires de la colina y en un millar de otros reflejos de mi conciencia. Hubo estridentes susurros en el aire, sibilantes pitidos como los del viento alrededor de aquel temible crómlech. Algo me hablaba desde el helado éter del espacio y dijo: 'La hora se aproxima.' Es un presagio, y me río de mis propios miedos. ¿Acaso no tengo las terribles palabras de los Siete Signos Perdidos del Terror... el poder coercitivo sobre cualquier Morador del cosmos o de los oscurecidos espacios desconocidos? No dudaré mucho tiempo.
Los cielos están muy oscuros, como si una terrible tormenta se aproximase, una tormenta aún más terrible cerca de una quincena atrás. Desde el poblado como a un kilómetro escucho un extraño y desusado farfulleo. Es como pensaba: esos pobres y desgraciados idiotas están en el secreto y guardan el espantoso Sabbath en la colina.
Aquí, en la casa, las sombras se hacen más densas. En la oscuridad, la llave parece relucir ante mis ojos con una luz verdosa propia. Aún no he estado en el sótano. Es mejor que esperé, no sea que el sonido de esos murmullos y roces -esas reverberaciones deslizantes y amortiguadas- me enerven antes que pueda abrir la puerta del destino.
De lo que voy a hallar, y puede ser, sólo tengo una idea de lo más general. ¿Encontraré mi meta en la bóveda misma, o debo arrastrarme aún más profundo en el nocturno corazón de nuestro planeta? Hay cosas que no debo entender -o mejor, prefiero no entender- a pesar del terrible, creciente e inexplicable sentido de pasada familiaridad con esa espantosa casa. Esa rampa, por ejemplo, que lleva abajo desde la pequeña habitación cerrada. Pero pienso que sé por qué el ala con la bóveda se extiende hacia la colina.

6 p.m.:
Mirando por las ventanas del norte, puedo ver un grupo de aldeanos en la colina. Parecen ignorar el cielo nublado, y están cavando cerca del gran menhir central. Pienso que están trabajando en el pozo de piedra que parece como la estrangulada entrada de un túnel. ¿Qué va a pasar? ¿Cuánto de los antiguos ritos del Sabbath retiene esa gente? Esa llave reluce horriblemente, no es mi imaginación. ¿Osaré usarla como debe ser usada? Otro asunto me ha perturbado grandemente. Ojeando nerviosamente un libro de la librería, he dado con el nombre completo que ha fastidiado tan enojosamente mi memoria. Trintje, esposa de Adriaen Sleight. El Adriaen me lleva al borde del recuerdo.

Medianoche:
El horror se ha desencadenado, pero no debo flaquear. La tormenta ha roto furia pandemónica, y el rayo ha golpeado la colina por 3 veces, aunque los híbridos y malformados aldeanos se han refugiado en el interior del crómlech. No puedo verlos entre los constantes relámpagos. Las grandes piedras enhiestas se ven espantosamente y muestran una débil luminosidad verde que las identifica cuando no hay rayos. El retumbar de los truenos es espantoso, y cada uno de ellos parece recibir una horrible respuesta desde algún punto imposible de determinar. Mientras escribo esto, las criaturas de la colina han comenzado a cantar, aullar y gritar en una versión degradada y medio simiesca del antiguo ritual.
Llueve a mares, pero ellos, brincan y vociferan en una especie de diabólico éxtasis.
-¡Iä! ¡Shub-Niggurath! ¡La cabra con un Millar de Retoños!
Pero lo peor sucede dentro de la casa. Aun desde aquí, he comenzado a oír sonidos desde el sótano. Es el roce y el susurro y deslizar y las amortiguadas reverberaciones de la bóveda...
Los recuerdos vienen y van. El nombre de Adriaen Sleight resuena extrañamente en mi mente. El yerno de Dirk Van der Heyl: su hija era nieta del viejo Dirk y bisnieta de Abaddon Corey...

Más Tarde:
¡Dios misericordioso! Por fin he recordado donde he visto ese nombre. Lo sé, y estoy sumido en el horror. Todo está perdido...
La llave ha comenzado a calentarse mientras la oprimo nerviosamente en la mano izquierda. A veces el vago latir o pulsar es tan marcado que puedo casi sentir moverse el metal viviente. Vino de Yian-Ho para una terrible misión, y en mí quien demasiado tarde conoce la débil traza de sangre Van der Heyl que ha pasado, a través de los Sleight a mi propia familia ha recaído la odiosa tarea de cumplir tal misión.

Han desaparecido mi valor y mi curiosidad. Sé del horror que asecha más allá de esa puerta de hierro. ¿Qué importa si Claes Van der Heyl era mi antepasado? ¿Debo yo expiar su innombrable pecado? No lo haré... ¡Juro que no lo haré! (Aquí la escritura se vuelve indescifrable.) demasiado tarde... no hay remisión... las zarpas negras se materializan... y me arrastran hacia el sótano...



No hay comentarios:

Publicar un comentario