sábado, 18 de julio de 2015

Tekeli-li




Tekeli-li


"La horrorosa y plástica columna, negra, fétida e iridiscente, venía hacia nosotros cada vez a mayor velocidad, levantando a su paso torbellinos de aquella bruma pálida. Era algo terrible, indescriptible, más enorme que cualquier tren subterráneo; un conglomerado de burbujas protoplásmicas, débilmente luminosas, y con miríadas de ojos provisionales que aparecían y desaparecían como pústulas de luz verde. Venía hacia nosotros aplastando pingüinos y deslizándose sobre aquel piso brillante que sus semejantes habían limpiado tan diabólicamente de obstáculos. De nuevo volvió a oírse el grito sobrenatural: ¡Tekeli-li! ¡Tekeli-li! Y al fin recordamos que los shoggoths, habiendo recibido de los Antiguos vista, pensamientos y órganos plásticos, y sin otro lenguaje que aquel representado por los grupos de puntos, no tenían tampoco otra voz que las de sus amos desaparecidos."
En las Montañas de la Locura, H.P. Lovecraft



"El estrago entre los salvajes superó a nuestros mayores deseos, y cosecharon, en verdad, los frutos maduros y perfectos de su traición. Tal vez perecieron por la explosión un millar de hombres, mientras que por lo menos un numero igual quedaron mutilados de mala forma. Toda la superficie de la bahía estaba literalmente cubierta de aquellos miserables, luchando y ahogándose, mientras en la orilla el caso era aún peor. Parecían aterrados hasta más no poder por lo repentino y total de su desconcierto, y no hacían esfuerzo alguno para socorrerse mutuamente. Al fin, observamos un cambio total en su comportamiento. De un estupor absoluto, parecieron pasar de pronto al grado más alto de excitación, y se lanzaron enloquecidamente, corriendo de acá para allá, a un cierto lugar de la bahía, con las más extrañas expresiones de horror, de rabia y de intensa curiosidad pintadas en sus rostros, y gritando con toda la fuerza de sus pulmones: "¡Tekeli-li! ¡Tekeli-li!" [...] Aunque se apiñasen alrededor de la osamenta, a poca distancia, ninguno parecía desear acercarse del todo. Pronto los hombres de las estacas las clavaron en círculo alrededor del esqueleto, y tan pronto como completaron esta disposición, toda la inmensa multitud se precipitó hacia el interior de la isla, lanzando aquellos fuertes gritos de "¡Tekeli-li! ¡Tekeli-li!""
Narración de Arthur Gordon Pym, Edgar Allan Poe










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