viernes, 31 de julio de 2015

Dagon




Dagon o Padre Dagon


"La entidad surgió a la vista sobre las aguas oscuras. Inmenso, repugnante, aquella especie de Polifemo saltó hacia el monolito como un monstruo formidable y pesadillesco, y lo rodeó con sus brazos enormes y escamosos, al tiempo que inclinaba la cabeza y profería ciertos gritos acompasados."
(...)
"No puedo pensar en las profundidades del mar sin estremecerme ante las espantosas entidades que quizá en este instante se arrastran y se agitan en su lecho fangoso, adorando a sus antiguos ídolos de piedra y esculpiendo sus propias imágenes detestables en obeliscos submarinos de mojado granito. Pienso en el día que emerjan de las olas, y se lleven entre sus garras de vapor humeantes a los endebles restos de una humanidad exhausta por la guerra."
(...)
"Los que me habían rescatado no sabían nada sobre la aparición de una zona de fondo oceánico en medio del Pacífico, y no juzgué necesario insistir en algo que sabía que no iban a creer. Un día fui a ver a un famoso etnólogo, y lo divertí haciéndole extrañas preguntas sobre la antigua leyenda filistea en torno a Dagón, el Dios-Pez; pero en seguida me di cuenta de que era un hombre irremediablemente convencional, y dejé de preguntar."
Dagon, H.P. Lovecraft



"Esos ritos eran practicados por la llamada «Orden Esotérica de Dagon», y se trataba sin duda de alguna religión pagana y degenerada de origen oriental que había sido importada, al parecer, en una época en que la pesca había escaseado."
(...)
"Yo no era más que un chiquillo, pero oí lo que oí, y vi lo que vi... Dagon y Astharoth... Belial y Belcebú... El Becerro de Oro y los ídolos de Canaan y de los filisteos… Abominaciones de Babilonia... Mene, mene tekel, upharsin."
(...)
Los que formaban el grupo de los fieles -o sea, los de la Orden de Dagon- y sus hijos, no morirían jamás, sino que regresarían a la Madre Hydra y al Padre Dagon, de donde todos hemos salido... 
¡Iä! ¡Iä! ¡Cthulhu fhtagn! ¡Ph´nglui mglw´nafh Cthulhu R´lyeh wgah´nagl fhtagn!"
La sombra sobre Innsmouth, H.P. Lovecraft



"Fui a la Cueva de Dagón para matar a Richard Brent. Recorrí las umbrías avenidas creadas por los enormes árboles, y mi humor encajaba perfectamente con la primitiva severidad del escenario. El sendero a la Cueva de Dagón es siempre oscuro, pues las grandes ramas y espesas hojas ocultan el sol, y ahora las sombras de mi propia alma hacían que las sombras parecieran más ominosas y lúgubres que de natural."
El pueblo de la oscuridad, Robert E. Howard



"Dagón es su nombre, monstruo marino que tiene de hombre la mitad superior del cuerpo y de pescado la inferior; mas a pesar de ello ostentaba un alto templo en Azot, y era temido en toda la costa de Palestina, en Gata, en Ascalón y Ascarón y hasta en los límites de la frontera de Gaza."
El Paraíso Perdido, John Milton






jueves, 30 de julio de 2015

Kara-Shehr


Kara-Shehr


"Los hombres de la caravana no hicieron ningún intento por internarse aún más en el desierto en busca de la ciudad; pues, según dijo el viejo comerciante, creían que era una Ciudad del Mal muy antigua de la que se habla en el Necronomicón del árabe loco Alhazred, la ciudad de los muertos sobre la que pesaba una antigua maldición. Las leyendas la mencionaban vagamente: los árabes la llamaban Beled el-Djinn, la Ciudad de los Diablos, y los turcos, Kara-Shehr, la Ciudad Negra. Y la gema era aquella antigua y maldita joya que perteneció a un rey hace mucho tiempo, a quien los griegos llamaban Sardanápalo y los pueblos semitas Asurbanipal."

"-iKara-Shehr! -exclamó Clarney ferozmente- o Beled el-Djinn ¡La ciudad de los muertos! ¡Al final resulta que no era una fantasía! ¡La hemos encontrado! ¡Por los cielos, la hemos encontrado! ¡Venga!  ¡Vamos allá!"

"Posiblemente, pensó Steve, Kara-Shehr, o cualquiera que hubiese sido su nombre en aquellos días remotos, se había construido como ciudad fronteriza antes de la caída del imperio asirio, y hasta ella habían huido los supervivientes de aquella derrota. En cualquier caso, era posible que Kara-Shehr hubiera sobrevivido a Nínive en varios siglos, convertida sin duda en una extraña ciudad ermitaña, apartada del resto del mundo.
Seguramente, tal y como había dicho Yar Alí, éste había sido antaño un país fértil, bañado por oasis; y sin duda en el terreno irregular donde habían pasado la noche anterior había habido canteras que proporcionaron la piedra para la construcción de la ciudad.
Entonces, ¿qué provocó su caída? ¿Acaso la invasión de las arenas y el agotamiento de los manantiales había provocado que la gente la abandonara, o había sido Kara-Shehr una ciudad silenciosa ya antes de que las arenas cubriesen los muros? ¿La caída llegó desde dentro o desde fuera? ¿Aniquiló la guerra civil a los habitantes, o fueron destruidos por algún poderoso enemigo que llegó desde el desierto? Clamey agitó la cabeza con una mueca de disgusto y desconcierto. Las respuestas a esas preguntas se habían perdido en el laberinto de las eras olvidadas."

"-La maldición es más antigua que Mahoma, y no distingue raza ni credo. Hombres malvados levantaron esta ciudad negra en el alba de los Inicios de los Días. Oprimieron a nuestros antepasados de las tiendas negras, y lucharon entre sí; los muros negros de esta ciudad infecta se mancharon de sangre, y en ellos reverberó el eco de los gritos de placeres atroces y de los susurros de intrigas oscuras.
»Así fue como llegó la piedra a la ciudad; había un mago en la corte de Asurbanipal, y la sabiduría negra de las eras no le estaba vedada. ¡Con el fin de obtener honores y poder para sí mismo, desafió los horrores de una inmensa cueva sin nombre en un país oscuro que nadie había visitado, y de aquellas profundidades plagadas de demonios sacó la gema ardiente, que está tallada con las llamas congeladas del Infierno! Con su terrible poder sobre la magia negra, hechizó al demonio que vigilaba  la antigua gema, y robó la piedra. Y el demonio se quedó dormido en la cueva sin saberlo.
»De manera que este mago, de nombre Xuthltan, vivió en la corte del sultán Asurbanipal, y hacía magia y predecía acontecimientos examinando las pavorosas profundidades de la piedra, que únicamente sus ojos podían mirar sin quedar cegados. Y los hombres llamaron a la piedra el Fuego de Asurbanipal, en honor del rey.
»Pero la maldad cayó sobre el reino y los hombres gritaron que era la maldición de los djinn; y el sultán, con gran temor, ordenó a Xuthltan llevarse la gema y arrojarla a la cueva de la cual la había tomado, si no quería que mayores desgracias cayeran sobre todos.
»Pero el mago no quería entregar la gema en la cual leía extraños secretos de los días de antes de Adán, y huyó a la ciudad rebelde de Kara-Shehr, donde pronto estalló una guerra civil y los hombres lucharon unos con otros para poseer la gema. Entonces, el rey que gobernaba la ciudad, codiciando la piedra, capturó al mago y lo mató torturándolo, y en esta misma habitación vio cómo moría. ¡Con la gema en la mano, el rey se sentó sobre el trono, igual que ha permanecido sentado sobre el trono a lo largo de los siglos, igual que ahora permanece sentado en él!"
El fuego de Asurbanipal, Robert E. Howard




Por James Allen St. John




Gigantes




Gigantes



"Las manos sin vida aún aferraban las rotas empuñaduras de las espadas; las cabezas cubiertas con cascos y echadas hacia atrás en el último estertor, alzaban lúgubremente contra el cielo las barbas rojas y doradas, como en una última invocación a Ymir, el gigante helado, dios de una raza guerrera."
(...)
"-Mi aldea se encuentra más allá de lo que tú puedes recorrer andando, Conan de Cimmeria -dijo ella riendo.
Después extendió los brazos y se balanceó delante de él, agitando sensualmente su dorada cabellera y con los ojos centelleantes semiocultos detrás de sus sedosas pestañas.
-¿No soy hermosa, oh, extranjero?
-Como el alba que juega desnuda sobre la nieve -murmuró Conan con los ojos ardientes como los de un lobo.
-Entonces, ¿por qué no te levantas y me sigues? ¿Quién es el valiente guerrero que se queda postrado delante de mí? -dijo ella con voz cantarina y con un sarcasmo enloquecedor-. Quédate acostado sobre la nieve y muere como los demás necios, Conan el de la negra cabellera. Tú no puedes seguirme adonde yo te llevaría.
El cimmerio lanzó un juramento y se puso en pie, al tiempo que sus ojos azules centelleaban y su rostro oscuro, lleno de pequeñas cicatrices, se contraía. La ira embargaba su alma, pero el deseo que le inspiraba el cuerpo tentador que tenía delante le martilleaba las sienes y le hacía hervir la sangre en las venas. Una pasión feroz y agónica invadía todo su ser, hasta el punto de que la tierra y el cielo aparecían bañados en sangre ante su obnubilada mirada. En medio de su locura, se olvidó del enorme cansancio y de la debilidad que sentía."
(...)
"Los gigantes contestaron con rugidos que parecían el chirriar de los icebergs al rozar contra las heladas piedras de una costa rocosa. Levantaron las hachas, que brillaron bajo la luz de las estrellas, y en ese momento el cimmerio se abalanzó como enloquecido sobre ellos. Una helada hoja brilló ante los ojos de Conan cegándolo con la intensidad de su fulgor. El bárbaro devolvió un terrible mandoble que cercenó la pierna de uno de sus enemigos a la altura de la rodilla.
La víctima cayó exhalando un lamento y en ese mismo instante Conan se desplomó sobre la nieve, con el hombro izquierdo insensible por un certero golpe del otro hombre, del que apenas pudo salvarlo la malla que llevaba puesta. Conan vio que el otro gigante se cernía sobre él como un coloso tallado en hielo, recortándose contra el frío cielo. El hacha se abatió... para hundirse en la nieve hasta penetrar profundamente en la tierra helada, pues Conan se echó a un lado y luego de un salto se puso en pie. El gigante lanzó un rugido e intentó liberar su hacha, pero mientras lo hacía, la espada de Conan se hundió en el pecho del hombre con la rapidez de un rayo. Las rodillas del titán se doblaron y éste se derrumbó lentamente sobre la nieve, que se tiñó de color carmesí por la sangre que manaba del cuello seccionado."
(...)
"En ese momento ella alzó los brazos hacia las luces que brillaban en el firmamento y exclamó con una voz que resonaría para siempre en los oídos de Conan:
-¡Ymir! ¡Oh, padre mío, sálvame!
Conan dio un salto hacia adelante con los brazos extendidos para coger a la muchacha cuando, con un estampido como el de una inmensa montaña al desintegrarse, el cielo entero se convirtió en un fuego helado. El cuerpo de marfil de la muchacha se vio envuelto repentinamente en una llama azulada y fría, tan cegadora que el cimmerio tuvo que levantar las manos para protegerse los ojos. Durante un breve instante, los cielos y las montañas nevadas fueron inundadas por crepitantes llamas blancas, azules dardos de una luz helada y fuegos gélidos de color carmesí."
La hija del gigante helado, Robert E. Howard








* * *

"En Inglaterra las Valquirias quedaron relegadas a las aldeas y degeneraron en brujas; en las naciones escandinavas los gigantes de la antigua mitología, que habitaban en Jötunheim y guerreaban con el dios Thor, han decaído en rústicos trolls. En la Cosmogonía que da principio a la Edda Mayor, se lee que, el día del Crepúsculo de los Dioses, los gigantes escalarán y romperán Bifrost, el arco iris, y destruirán el mundo, secundados por un lobo y una serpiente; los trolls de la superstición popular son elfos malignos y estúpidos, que moran en las cuevas de las montañas o en deleznables chozas. Los más distinguidos están dotados de dos o tres cabezas."
Libro de los Seres Imaginarios, Jorge  Luis Borges y Margarita Guerrero

miércoles, 29 de julio de 2015

Necronomicón / Al-Azif o Kitab Al-Azif




Necronomicón / Al-Azif o Kitab Al-Azif (1ª parte)


"De los Primeros Engendrados, escripto está que esperan siempre al unbral de la Entrada, é la dicha Entrada se encuentra en todas partes é en todos tienpos, ca Ellos non conosçen tiempo nyn lugar, sino esisten en todo tiempo é en todo lugar, a la ves é syn paresçer, é los ay dEllos que tomar pueden diferentes Fformas é Maneras, é revestir una Fforma dada é un Rrostro sabydo; é las Entradas dEllos están en cualquier parte, mas la primera es aquella cuya fize avrir, a Saber: Irem, Çibdat de los munchos Pylares, Çibdat so el Desyerto, mas sy ome alguno dixere la Palabra prohibida avrirá allí mesmo una Entrada é podrá aguardar a Los Que Atravesaren la dicha Entrada, que asy podrán ser: Doles é el Mi-Go, é el pueblo Cho-Cho, é los Profundos de la Mar, é los Gugos, é las Descarnadas Animalias de la noche, é los Cogotes é los Vormis, é los Santacos que fazen custodia de la Kadat del Desyerto de los Yelos é la Meseta de Leng. Que todos por igual son Fijos de los Dioses Primeros. Pues aconstesçió que, la Grande Rraça de Yit non aviendo conzierto con los Primigenios, é separados todos, dexaron a los Primigenios el señorío del Universo Mundo, ca tornando de Yit la dicha Grande Rraça, tomó la Su Morada en un tiempo de la Tierra por venir é todavía non conoscido de la que agora caminan por sobre della. E aquí mesmo aguardan Ellos fasta que tornen otra vegada de los bientos é las Vozes que ante los llebaron é Lo Que Caminó sobre los Bientos del Mundo é de los espazios vaçíos que están entre las Estrellas por siempre."
Necronomicón, Abdul Alhazred. Según la traducción castellana. León (¿1300?). 
Hallada por F. Torres Oliver en el Archivo Histórico de Simancas.


"Con casi ocho pies de altura y portando una maleta de ocasión recién comprada en la tienda de Osborn, aquel espantajo de tez trigueña y rostro de chivo se presentó un día en Arkham en busca del temible volumen guardado bajo siete llaves en la biblioteca de la Universidad  Miskatonic: el pavoroso Necronomicón, del enloquecido árabe Abdul Alhazred, en versión latina de Olaus Wormius, impreso en España en el siglo XVII. Jamás hasta entonces había visto Wilbur una ciudad, pero su único interés al llegar a Arkham se redujo a encontrar el camino que llevaba al recinto universitario. Una vez allí, pasó sin inmutarse por delante del gran perro guardián de la entrada que se echó a ladrar, mostrándole sus blancos colmillos, con inusitado furor al tiempo que tiraba con violencia de la gruesa cadena a la que estaba atado.Wilbur llevaba consigo el inapreciable, pero incompleto, ejemplar de la versión inglesa del Necronomicón del Dr. Dee [...] había hecho a Cambridge y de sus desesperados intentos por sacar el ejemplar del Necronomicón que se conservaba en la biblioteca Widener, de la Universidad de Harvard."(...)
"«Tampoco debe pensarse -rezaba el texto que Armitage fue traduciendo mentalmente- que el hombre es el más antiguo o el último de los dueños de la tierra, ni que semejante combinación de cuerpo y alma se pasea sola por el universo. Los Ancianos eran, los Ancianos son y los Ancianos serán. No en los espacios que conocemos, sino entre ellos. Se pasean serenos y primigenios en esencia, sin dimensiones e invisibles a nuestra vista. Yog-Sothoth conoce la puerta. Yog-Sothoth es la puerta. Yog-Sothoth es la llave y el guardián de la puerta. Pasado, presente y futuro, todo es uno en Yog-Sothoth. Él sabe por dónde entraron los Ancianos en el pasado y por dónde volverán a hacerlo cuando llegue la ocasión. Él sabe qué regiones de la tierra hollaron, dónde siguen hoy hollando y por qué nadie puede verlos en Su avance. Los hombres perciben a veces Su presencia por el olor que despiden, pero ningún ser humano puede ver Su semblante, salvo únicamente a través de las facciones de los hombres engendrados  por Ellos, y son de las más diversas especies, difiriendo en apariencia desde la mismísima imagen del hombre hasta esas figuras invisibles o sin sustancia que son Ellos. Se pasean inadvertidos y pestilentes por los solitarios lugares donde se pronunciaron las Palabras y se profirieron los Rituales en su debido momento. Sus voces hacen tremolar el viento y Sus conciencias trepidar la tierra. Doblegan bosques enteros y aplastan ciudades, pero jamás bosque o ciudad alguna ha visto la mano destructora. Kadath los ha conocido en los páramos helados, pero ¿quién conoce a Kadath? En el glacial desierto del Sur y en las sumergidas islas del Océano se levantan piedras en las que se ve grabado Su sello, pero ¿quién ha visto la helada ciudad hundida o la torre secularmente cerrada y recubierta de algas y moluscos? El Gran Cthulhu es Su primo, pero sólo difusamente puede reconocerlos. ¡Iä! ¡Shub-Niggurath! Por su insano olor Los conoceréis. Su mano os aprieta las gargantas pero ni aun así Los veis, y Su morada es una misma con el umbral que guardáis. Yog-Sothoth es la llave que abre la puerta, por donde las esferas se encuentran. El hombre rige ahora donde antes regían Ellos, pero pronto regirán Ellos donde ahora rige el hombre. Tras el verano el invierno, y tras el invierno el verano. Aguardan, pacientes y confiados, pues saben que volverán a reinar sobre la tierra.»"
El horror de Dunwich, H.P. Lovecraft

The Dunwitch Horror, adaptación de Alberto Breccia


"Entre ellos estaban el viejo tratado sobre las Maravillas de la Naturaleza de Morryster, el terrible Saducismus Triumphatus de Joseph Glanvil, publicado en 1681; la espantosa Daemonotatreia de Remigius, impresa en 1595 en Lyon, y el peor de todos, el incalificable Necronomicón, del loco Abdul Alhazred, en la excomulgada traducción latina de Olaus Wormius. Era éste un libro que jamás había tenido en mis manos, pero del cual había oído decir cosas monstruosas."
El ceremonial, H.P. Lovecraft


"Ningún libro había siquiera insinuado la existencia de éste, aunque los chinos imperecederos afirmaron que el Necronomicón del árabe loco Abdul Alhazred contenía ciertos dobles significados que los iniciados podían interpretar a su antojo, especialmente el tan discutido pareado:

Que no está muerto lo que puede yacer eternamente,
y con los evos extraños aún la muerte puede morir.
[That is not dead which can eternal lie,
And with strange aeons even death may die]"

La llamada de Cthulhu, H.P. Lovecraft



martes, 28 de julio de 2015

Cthulhu



Cthulhu


"'Ph’nglui mglw’nafh Cthulhu R’lyeh wgah’nagl fhtagn."'
"'En su morada de R’lyeh, el muerto Cthulhu espera soñando."' 

"Sobre estos supuestos jeroglíficos había una figura de evidente carácter representativo, aunque su ejecución impresionista impedía hacerse una idea sobre su naturaleza. Parecía una especie de monstruo, o símbolo representativo de un monstruo, de una forma que sólo una imaginación enferma podría concebir. Si digo que a mi imaginación algo extravagante le sugirió imágenes de un pulpo, un dragón y una caricatura humana, no sería infiel a la naturaleza del diseño. Una cabeza pulposa, tentaculada, coronaba un cuerpo grotesco y escamoso, dotado de unas alas rudimentarias; pero era el contorno general lo que lo hacía más estremecedor. Detrás de la figura, un vago bosquejo de arquitectura ciclópea servía de fondo."

"En cuanto al culto, dijo que creía que su centro se encontraba en la inexplorada región central de los desiertos de Arabia, donde Irem, la Ciudad de los Pilares, sueña oculta e intacta. No tenía relación alguna con el culto de las brujas en Europa, y era prácticamente desconocido fuera del círculo de sus adeptos. Ningún libro aludía realmente a él, aunque los chinos inmortales decían que en el Necronomicón del árabe loco Abdul Alhazred subyacía un sentido oculto que los iniciados podían interpretar a su criterio, especialmente el discutidísimo dístico:

Que no está muerto lo que puede yacer eternamente,
Y con los evos extraños aun la muerte puede morir."

La llamada de Cthulhu, H.P. Lovecraft



"Con la aparición de un nuevo continente en el Pacífico sobrevinieron tremendos acontecimientos. Algunas de las ciudades marinas fueron destruidas, pero eso no fue lo peor. Otra raza (formada por criaturas similares a pulpos y que pertenecía quizá a la progenie de Cthulhu) descendió de la infinitud cósmica y desencadenó una guerra que por un tiempo hizo que todos los Antiguos tuvieran que esconderse en el fondo del mar: golpe terrible si se tiene en cuenta que las colonias terrestres eran cada vez más numerosas. Más tarde se llegó a un acuerdo y la progenie de Cthulhu se refugió en las tierras nuevas mientras que los Antiguos se reservaban el océano y las tierras de más edad."
En las Montañas de la Locura, H.P. Lovecraft





"-En el momento de morir -continuó el viejo beduino-, Xuthltan maldijo la piedra cuya magia no le había salvado y gritó unas palabras terribles que rompieron el hechizo que pesaba sobre el demonio de la caverna y lo liberó. E invocando a los dioses olvidados, Cthulhu, Koth y Yog-Sothoth, y a los moradores pre-adamitas de todas las ciudades oscuras ocultas bajo el mar y en las profundidades de la tierra, les impelió a recuperar lo que era suyo, y en su último aliento condenó al falso rey. Y esta condena consistió en que el rey permanecería sentado en su trono, con el Fuego de Asurbanipal en la mano, hasta el día del Juicio Final."
El Fuego de Asurbanipal, Robert E. Howard







domingo, 26 de julio de 2015

Nitocris o Nitokris




Nitocris o Nitokris


"Luego, al final de la avenida, vimos las pirámides inmensas y fantasmales, dotadas de una oscura amenaza atávica que no había notado a la luz del día. Hasta la más pequeña tenía un aspecto horrible.., porque, ¿acaso no era en ella en donde había sido enterrada viva la reina Nitocris de la VI dinastía, la astuta reina Nitocris que invitó una vez a sus enemigos a un festín, en un templo situado bajo el Nilo, y los ahogó a todos abriendo las compuertas? Recordé que los árabes murmuraban ciertas historias sobre la reina Nitocris, y evitaban acercarse a la tercera pirámide en determinadas fases de la luna. Sin duda pensaba en ella Thomas Moore cuando escribió algo sobre lo que murmuraban los barqueros de Memfis: 

Ninfa subterránea que habita 
Entre las gemas sin sol y las glorias ocultas: 
¡Señora de la Pirámide!"

(...)

"No se dice qué ocurrió con esas momias compuestas -al menos públicamente-, y es cierto que ningún egiptólogo ha encontrado jamás ninguna. Los rumores de los árabes son extravagantes y nada de fiar. Han llegado incluso a decir que el viejo Kefrén -el de la Esfinge, la segunda pirámide y el templo-entrada- vive en las profundidades del subsuelo, desposado con la horrible reina Nitocris, y que ejerce su dominio sobre las momias que no son ni de hombre ni de bestia."
Bajo las pirámides, H.P. Lovecraft y Harry Houdiny



"La venganza de Nitocris" (La Espada Salvaje de Conan, nº 152)





"¡Salud a la reina!
Emparedada viva,
No maldigáis más su colmena
Levantada bajo la pirámide,

Allí donde la arena
Ocultó su secreto.
Enterrada con su espejo
Para que ella,
Pueda ver a la medianoche
Figuras procedentes de otras esferas;
Sola con ellas,
Sepultada, horrorizada
¡hasta la muerte!

Justin Geoffrey




¡El espejo de la reina Nitocris!
Había oído hablar de él, desde luego -¿acaso existe algún ocultista que no lo haya oído nombrar?-, e incluso había leído algo al respecto en el apasionante libro de Geoffrey, El pueblo del monolito, y sabía que se susurraban cosas sobre él en ciertos círculos en los que mi presencia es detestada. Sabía que Alhazred había insinuado ya sus poderes en el prohibido Necronomicón, y que ciertas tribus del desierto siguen haciendo un signo pagano que, cuando se les pregunta por su origen, dicen que se remonta muchísimos siglos atrás.



(...)



Pero si el espejo perteneció realmente a la terrible soberana... ¡Vaya! Qué maravilloso objeto que añadir a mi colección. Lo colgué entre las estanterías, junto a las obras de Geoffrey, Poe, D'Erlette y Prinn. Porque, desde luego, los mitos y leyendas que había oído y sobre los que había leído en relación con él no eran más que eso: mitos y leyendas, y nada más.



(...)



Hojeé la a menudo fantasiosa reconstrucción del Necronomicón hecha por Feery hasta encontrar lo que buscaba. Lo más probable era que Feery no hubiese alterado esta sección, excepto, quizá, para modernizar la fraseología antigua del árabe «loco». Desde luego, el texto parecía corresponder a Alhazred. Y nuevamente aparecía allí una alusión a los acontecimientos que ocurrían a medianoche:

...porque mientras la superficie del espejo permanece quieta -tan lisa como la Piscina de Cristal de Yith-Shesh, o como el Lago de Hali cuando los Nadadores no hacen espuma-, y mientras sus puertas permanecen cerradas todas las horas del día, en la Hora de las Brujas, aquel que sabe, e incluso aquel que supone, puede ver en él todas las sombras y las figuras de la Noche y del Abismo, con el rostro de aquellos que las vieron antes. Y aunque el espejo pueda permanecer olvidado eternamente, su poder no morirá, y deberá saberse:

Que no está muerto lo que yace eternamente
Y con los evos extraños hasta la muerte puede morir"



El espejo de Nitocris, Brian Lumley

sábado, 25 de julio de 2015

Cimmeria


Cimmeria


--Robert E. Howard. Trad. Cristina Macia.


Yo recuerdo
los bosques oscuros que cubrían los cerros sombríos;
la perpetua bóveda de nubes grises,
los turbios arroyos que bajaban silenciosos,
y los vientos que susurraban por los desfiladeros.

De horizonte en horizonte,
de cerro en cerro, de ladera en ladera,
cubierta por árboles tristes,
así era nuestra adusta tierra.

Así, cuando un hombre
trepaba a un pico escarpado
y oteaba,
solo veía el horizonte interminable,
de cerro en cerro,
de ladera en ladera,
todos ellos del mismo color.

Tierra triste, que parecía reunir a los vientos,
nubes y sueños que rehuyen al sol,
las ramas agitadas por el viento solitario
y, por doquier, los bosques oscuros, olvidados por el pálido sol;
que de los hombres arrancaba chatas sombras;
la llamaban Cimmeria,
tierra de Oscuridad y Noche.

Fue hace tiempo, lejos de aquí.
He olvidado el nombre que me dieron los hombres.
El hacha y la lanza de punta de sílex son como un sueño,
y las cacerías y guerras una sombra.

Solo recuerdo la quietud de esa sombría tierra;
las nubes eternas sobre los cerros,
la media luz de los bosques eternos.
Cimmeria, tierra de Oscuridad y Noche profunda.



Poema por Robert E. Howard. Arte por Barry W. Smith y Tim Conrad (dos versiones)











Fénix/Ave fénix






Fénix


"-No sé por medio de qué artes mágicas Epemitreus me llevó hasta él -repuso Conan-. Pero yo he hablado con él, y me hizo una marca en la espada. No sé por qué esa señal resultó mortífera para los demonios, ni qué magia había en ella, pero aunque la espada se rompió al golpear el casco de Gromel, el fragmento que quedó fue lo bastante largo como para matar al monstruo.
-Déjame ver tu espada -susurró el sumo sacerdote con la garganta seca. 
Conan le enseñó la espada rota, y el sumo sacerdote lanzó un grito y se puso de rodillas.
-¡Mitra nos proteja contra el poder de las tinieblas! -dijo jadeando-. ¡En la espada está grabado el emblema del fénix inmortal que se cierne eternamente sobre su tumba! ¡Es el signo secreto que sólo él puede hacer! ¡Rápido, una vela! ¡Mirad otra vez en el lugar donde el rey dice que murió el demonio!
Éste había yacido a la sombra de un biombo roto. Arrojaron el biombo a un lado y alumbraron el suelo con la luz de la vela. En la habitación reinaba un silencio estremecedor mientras buscaban la señal. Poco después algunos caían de rodillas al suelo invocando a Mitra, y otros huían gritando de la habitación. 
Allí en el suelo, en el lugar donde había muerto el monstruo, yacía una sombra tangible, una enorme mancha oscura que no se podía borrar; la cosa había dejado su contorno claramente marcado con su sangre, y aquel contorno no se parecía al de ningún ser conocido en el mundo. Estaba allí, terrible y siniestro, como la sombra de uno de los dioses-mono que se agazapan en los sombríos altares de los  oscuros templos de Estigia."
El fénix en la espada, Robert E. Howard







"Los siglos pasaban sin detenerse mientras
yo dormía en criptas silenciosas y sombrías
sobre mi tumba protegida por el ave fénix,
pero ahora, al fin, he despertado
LAS VISIONES DE EPEMITREUS"

"Daba la impresión de ser un gigantesco tapiz realizado en piedra negra, como un cuadro a vuelo de pájaro de la historia del hombre, de los olvidados días anteriores al Cataclismo, cuando Atlantis, Lemuria, Valusia y Grondar dominaban la tierra. E incluso de épocas anteriores, en las que los peludos antepasados del hombre vagaban por las selvas y Ka, el Pájaro de la Creación de negras alas, voló por primera vez desde el desconocido Oriente para colocar los cimientos del tiempo.
Por encima de este conjunto de guerreros, reyes y héroes se cernían otras siluetas deformes y terribles. Desde lo más profundo de su espíritu, Conan los reconoció como los Antiguos Desconocidos que gobernaron el universo sembrado de estrellas mil millones de años antes del nacimiento de Gayomar, el Primer Hombre.
Conan tuvo la certeza de que se hallaba inmerso en un sueño intemporal al que su espíritu había sido reclamado por una antigua fuerza que vigilaba al género humano. Con una inquietud propia de su naturaleza bárbara, el cimmerio se dio cuenta de que el polvo impalpable que cubría con una fina capa el suelo de ébano no había sido hollado por ningún pie humano desde épocas inmemoriales. Sí, se dio cuenta de todo eso y de mucho más, pues una vez, hacía muchos años, había tenido un sueño similar, y había pasado también por aquella misma gigantesca garganta negra que era el gran salón de  piedra.
Más de veinte años habían transcurrido desde entonces, pero ¿qué son las efímeras generaciones de mortales para quien duerme en las sombrías criptas de Golamira, el Monte del Tiempo Eterno?
El cimmerio llegó entonces a una ancha escalera curva que se alzaba hasta una altura inconcebible. Allí las paredes eran escarpadas y estaban adornadas con extraños símbolos de una escritura esotérica, tan antigua y sugestiva que evocó en el espíritu de Conan recuerdos que se remontaban al amanecer de los tiempos. Al percibir aquellas remembranzas, el rey de Aquilonia sintió un escalofrío y apartó rápidamente la mirada de los enigmáticos jeroglíficos.
A medida que iba ascendiendo por la enorme escalera, el cimmerio notó que en cada peldaño aparecía tallado el contorno sinuoso de una espantosa figura de pesadilla, la de Set, la Vieja Serpiente, el eterno y maligno demonio de las tinieblas. Pero la figura estaba tallada de forma tal que al pisar lo hacía sobre el cuello lleno de escamas de la serpiente. Con esto, los desconocidos constructores de la escalera pretendían que quien subiera por aquellos peldaños repudiase simbólicamente las fuerzas del caos ciego y maligno. El rey de Aquilonia fue ascendiendo paso a paso por la escalera.
Por último divisó una tumba tallada en un bloque de cristal macizo y brillante, que no pudo identificar. Si se trataba de diamante -y lo cierto es que lo parecía-, en tal caso aquella enorme gema tenía un valor tan grande que resultaba imposible de calcular. El frío cristal centelleaba con miles de puntos de inquieta luz, que semejaban una multitud de estrellas prisioneras.
A ambos lados, en la silenciosa oscuridad de la cripta, se alzaban las siluetas imponentes de dos aves fénix, dotadas de poderosos picos y garras, con las alas extendidas como si quisieran cobijar debajo a quien dormía en el sepulcro de diamante.
De las sombras surgió entonces una figura impresionante, vestida con una túnica y rodeada de un halo de luz purísima. El cimmerio contempló en silencio el majestuoso rostro de poblada barba.
-¡Habla, oh mortal! -ordenó la aparición con voz resonante como una trompeta-. Dime, ¿sabes quién soy?
-Sí -repuso Conan con un gruñido-. ¡Por Crom, Mitra y los dioses de la luz, sé que eres el profeta Epemitreus, cuyo cuerpo se ha convertido en polvo hace mil quinientos años!
-Así es, ¡oh Conan! Hace muchos años llamé a tu espíritu durmiente ante mí, aquí, en el negro corazón de Golamira. Durante el tiempo transcurrido desde entonces, mis ojos inmortales te han seguido por todos los caminos y todas las guerras. Todo ha salido bien y se ha hecho de acuerdo con los deseos de los Eternos Guardianes. Pero ahora una sombra se cierne sobre las tierras de Occidente, una sombra que sólo tú entre todos los mortales puedes ahuyentar."
Conan de las Islas, Lin Carter y L. Sprague de Camp






* * *




"En efigies monumentales, en pirámides de piedra y en momias, los egipcios buscaron eternidad; es razonable que en su país haya surgido el mito de un pájaro inmortal y periódico, si bien la elaboración ulterior es obra de los griegos y de los romanos. Erman escribe que en la mitología de Heliópolis, el fénix (benu) es el señor de los jubileos, o de los largos ciclos de tiempo; Heródoto, en un pasaje famoso (II, 73), refiere con repetida incredulidad una primera forma de la leyenda: 

Otra ave sagrada hay allí que sólo he visto en pintura, cuyo nombre es el de Fénix. Raras son, en efecto, las veces que se deja ver, y tan de tarde en tarde, que según los de Heliópolis, sólo viene a Egipto cada quinientos años, a saber cuándo fallece su padre. Si en su tamaño y conformación es tal como la describen, su mole y figura son muy parecidas a las del águila, y sus plumas, en parte doradas, en parte de color carmesí. Tales son los prodigios que de ella nos cuentan, que aunque para mí poco dignos de fe, no emitiré el referirlos. Para trasladar el cadáver de su padre desde Arabia hasta el Templo del Sol, se vale de la siguiente maniobra: forma ante todo un huevo sólido de mirra, tan grande cuanto sus fuerzas alcancen para llevarlo, probando su peso después de formado para experimentar si es con ellas compatible; va después vaciándolo hasta abrir un hueco donde pueda encerrar el cadáver de su padre, el cual ajusta con otra porción de mirra y atesta de ella la concavidad, hasta que el peso del huevo preñado con el cadáver iguale al que cuando sólido tenía; cierra después la abertura, carga con su huevo, y lo lleva al Templo del Sol en Egipto. He aquí, sea lo que fuere, lo que de aquel pájaro refieren.

Unos quinientos años después, Tácito y Plinio retomaron la prodigiosa historia; el primero rectamente observó que toda antigüedad es oscura, pero que una tradición ha fijado el plazo de la vida del fénix en mil cuatrocientos sesenta y un años (Anales, VI, 28). También el segundo investigó la cronología del fénix; registró (X, 2) que, según Manilio, aquél vive un año platónico, o año magno. Año platónico es el tiempo que requieren el Sol, la Luna y los cinco planetas para volver a su posición inicial; Tácito, en el Diálogo de los Oradores, lo hace abarcar doce mil novecientos noventa y cuatro años comunes. Los antiguos creyeron que, cumplido ese enorme ciclo astronómico, la historia universal se repetiría en todos sus detalles, por repetirse los influjos de los planetas; el fénix vendría a ser un espejo o una imagen del universo. Para mayor analogía, los estoicos enseñaron que el universo muere en el fuego y renace del fuego y que el proceso no tendrá fin y no tuvo principio.
Los años simplificaron el mecanismo de la generación del fénix, Heródoto menciona un huevo, y Plinio, un gusano, pero Claudiano, a fines del siglo IV, ya versifica un pájaro inmortal que resurge de su ceniza, un heredero de sí mismo y un testigo de las edades.
Pocos mitos habrá tan difundidos como el del fénix. A los autores ya enumerados cabe agregar: Ovidio (Metamorfosis, XV), Dante (Infierno, XXIV). Shakespeare (Enrique VIII, V, 4), Pellicer (El Fénix y su Historia Natural), Quevedo (Parnaso Español, VI), Milton (Samson Agonistes, in fine). Mencionaremos asimismo el poema latino De Ave Phoenice, que ha sido atribuido a Lactancio, y una  imitación anglosajona de ese poema, del siglo VIII. Tertuliano, San Ambrosio y Cirilo de Jerusalén han alegado el fénix como prueba de la resurrección de la carne. Plinio se burla de los terapeutas que prescriben remedios extraídos del nido y de las cenizas del fénix."
Libro De Los Seres Imaginarios, Jorge Luis Borges y Margarita Guerrero