jueves, 30 de julio de 2015

Kara-Shehr


Kara-Shehr


"Los hombres de la caravana no hicieron ningún intento por internarse aún más en el desierto en busca de la ciudad; pues, según dijo el viejo comerciante, creían que era una Ciudad del Mal muy antigua de la que se habla en el Necronomicón del árabe loco Alhazred, la ciudad de los muertos sobre la que pesaba una antigua maldición. Las leyendas la mencionaban vagamente: los árabes la llamaban Beled el-Djinn, la Ciudad de los Diablos, y los turcos, Kara-Shehr, la Ciudad Negra. Y la gema era aquella antigua y maldita joya que perteneció a un rey hace mucho tiempo, a quien los griegos llamaban Sardanápalo y los pueblos semitas Asurbanipal."

"-iKara-Shehr! -exclamó Clarney ferozmente- o Beled el-Djinn ¡La ciudad de los muertos! ¡Al final resulta que no era una fantasía! ¡La hemos encontrado! ¡Por los cielos, la hemos encontrado! ¡Venga!  ¡Vamos allá!"

"Posiblemente, pensó Steve, Kara-Shehr, o cualquiera que hubiese sido su nombre en aquellos días remotos, se había construido como ciudad fronteriza antes de la caída del imperio asirio, y hasta ella habían huido los supervivientes de aquella derrota. En cualquier caso, era posible que Kara-Shehr hubiera sobrevivido a Nínive en varios siglos, convertida sin duda en una extraña ciudad ermitaña, apartada del resto del mundo.
Seguramente, tal y como había dicho Yar Alí, éste había sido antaño un país fértil, bañado por oasis; y sin duda en el terreno irregular donde habían pasado la noche anterior había habido canteras que proporcionaron la piedra para la construcción de la ciudad.
Entonces, ¿qué provocó su caída? ¿Acaso la invasión de las arenas y el agotamiento de los manantiales había provocado que la gente la abandonara, o había sido Kara-Shehr una ciudad silenciosa ya antes de que las arenas cubriesen los muros? ¿La caída llegó desde dentro o desde fuera? ¿Aniquiló la guerra civil a los habitantes, o fueron destruidos por algún poderoso enemigo que llegó desde el desierto? Clamey agitó la cabeza con una mueca de disgusto y desconcierto. Las respuestas a esas preguntas se habían perdido en el laberinto de las eras olvidadas."

"-La maldición es más antigua que Mahoma, y no distingue raza ni credo. Hombres malvados levantaron esta ciudad negra en el alba de los Inicios de los Días. Oprimieron a nuestros antepasados de las tiendas negras, y lucharon entre sí; los muros negros de esta ciudad infecta se mancharon de sangre, y en ellos reverberó el eco de los gritos de placeres atroces y de los susurros de intrigas oscuras.
»Así fue como llegó la piedra a la ciudad; había un mago en la corte de Asurbanipal, y la sabiduría negra de las eras no le estaba vedada. ¡Con el fin de obtener honores y poder para sí mismo, desafió los horrores de una inmensa cueva sin nombre en un país oscuro que nadie había visitado, y de aquellas profundidades plagadas de demonios sacó la gema ardiente, que está tallada con las llamas congeladas del Infierno! Con su terrible poder sobre la magia negra, hechizó al demonio que vigilaba  la antigua gema, y robó la piedra. Y el demonio se quedó dormido en la cueva sin saberlo.
»De manera que este mago, de nombre Xuthltan, vivió en la corte del sultán Asurbanipal, y hacía magia y predecía acontecimientos examinando las pavorosas profundidades de la piedra, que únicamente sus ojos podían mirar sin quedar cegados. Y los hombres llamaron a la piedra el Fuego de Asurbanipal, en honor del rey.
»Pero la maldad cayó sobre el reino y los hombres gritaron que era la maldición de los djinn; y el sultán, con gran temor, ordenó a Xuthltan llevarse la gema y arrojarla a la cueva de la cual la había tomado, si no quería que mayores desgracias cayeran sobre todos.
»Pero el mago no quería entregar la gema en la cual leía extraños secretos de los días de antes de Adán, y huyó a la ciudad rebelde de Kara-Shehr, donde pronto estalló una guerra civil y los hombres lucharon unos con otros para poseer la gema. Entonces, el rey que gobernaba la ciudad, codiciando la piedra, capturó al mago y lo mató torturándolo, y en esta misma habitación vio cómo moría. ¡Con la gema en la mano, el rey se sentó sobre el trono, igual que ha permanecido sentado sobre el trono a lo largo de los siglos, igual que ahora permanece sentado en él!"
El fuego de Asurbanipal, Robert E. Howard




Por James Allen St. John




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